Queda menos de un mes para el plebiscito de salida y el ambiente político no puede estar más tenso. Acusaciones de promover noticias falsas, reclamos por posible intervencionismo, voluntades (y no tantas) de llegar a acuerdos previos y un largo etcétera.
El país se prepara para, una vez más, acudir a las urnas. A diferencia de todos los procesos luego del regreso de la democracia, por primera vez el voto será obligatorio con inscripción automática, lo que “debería” incrementar la participación ciudadana.
Puede o no estar de acuerdo con ellas, con su metodología o desconfiar de quienes las hacen, pero las encuestas, de manera transversal, muestran una ventaja para la opción rechazo de más o menos 10 puntos sobre la opción apruebo. Es importante tomar en cuenta que esta diferencia se produce al preguntar “¿qué opción elegirá, votará o se inclinará usted el 4 de septiembre de 2022?” o alguna variante de aquella y que, frente a esta interrogante, el porcentaje de indecisos fluctúa entre un 13% (Pulso Ciudadano) y 19% (Criteria).
En este contexto, una parte importante de los esfuerzos, y cómo no, de los comandos, ha sido intentar capturar a este segmento, pero también tratar de disminuir las pérdidas en caso de que la opción contraria a la que promueven sea la elegida. Y es que el escenario es más incierto que nunca. ¿Cómo, no que recién mencioné que la distancia entre las opciones era de 10 puntos? Eso, en otras elecciones, hubiera parecido irremontable.
Sin embargo, y en una de estas mismas encuestas, se pregunta “¿Quién cree usted que ganará el plebiscito del 4 de septiembre?”, con resultados diferentes. De hecho, bajo esta pregunta, la encuesta Criteria de julio entrega una ventaja de 7 puntos para el apruebo (43% vs 37%), luego de haber proyectado un empate técnico en la versión de julio. Por su parte, Cadem (8-ago) pronostica una diferencia de 8 puntos para el rechazo (50% vs 42%), luego de también haber pronosticado un empate técnico en su anterior edición. Diversas investigaciones han demostrado que esta forma de preguntar predice mejor los resultados que la simple intención de voto (Rothschild and Wolfers, 2012) al considerar más información que la del simple votante, incorporando lo que el encuestado sabe sobre sus familiares, conocidos, colegas, etc. Dado lo anterior, pareciera que aún no hay nada zanjado.
Y esta pareciera ser la visión que tiene el mercado sobre el asunto. En un comienzo, nos llamaba mucho la atención la insensibilidad de los precios de los activos luego de publicada una u otra encuesta, a diferencia de lo que observábamos durante la carrera presidencial, especialmente durante la primera vuelta. Lo anterior, sumado a que, independiente del resultado del 4 de septiembre, todo pareciera indicar que el proceso constituyente no acaba ahí, ya que una gran mayoría de la ciudadanía (68% según la Cadem más reciente) piensa que, independiente de cuál sea la Constitución que nos vaya a regir (o seguir rigiendo), ésta necesita cambios, correcciones y mejoras.