La descarbonización de la economía avanza más lento de lo que los especialistas consideran imprescindible, pero avanza. Uno de los datos duros más contundentes respecto a este proceso es el de la inversión destinada a la producción de petróleo frente a la destinada a la construcción de plantas de generación solar. Según la Agencia Internacional de la Energía, en 2013 se invirtieron US$623.000 millones (en dólares de 2022) en la producción de petróleo y US$127.000 millones en generación solar. Diez años después, en 2022, la figura es completamente distinta: por primera vez la inversión en energía solar (US$382.000 millones) superó a la destinada a la producción de petróleo (US$371.000 millones).
Esto pese a que las ganancias del sector petrolero en 2022 fueron extraordinarias. Pero, a diferencia del pasado, cuando más de la mitad de las ganancias de las petroleras se dirigían a reinversión en producción, esta proporción se ubicó en 48% en 2022. Sin embargo, no fue un cambio tan verde: solo el 1% de las ganancias se dirigió a inversiones en proyectos bajos en carbono. El grueso se dedicó a distribuir dividendos o repagar deuda.
Para 2023, la IEA proyecta que la inversión en energía se ubicará en el mundo en US$2,8 billones (miles de millones), de los cuales US$1,7 billones se invertirán en energías limpias.