Diciembre 7, 2023 - 2 min

La fiebre del oro (parte 3)

En principio pareciera ser que, en los estados de resultados de corto plazo, los JJOO no parecieran ser una buena inversión para las ciudades anfitrionas.

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Después de las dudas iniciales sobre cómo iban a resultar los Panamericanos, nos cambiamos rápidamente a la euforia y empezaron a declararse intenciones sobre organizar unos Juegos Olímpicos. Porque así somos nosotros, no hay puntos medios.  Más allá de que las escalas son completamente distintas y los desafíos bastante mayores, creo que es importante preguntarse por qué querríamos organizar un evento de esta magnitud. Cada vez que se abren las postulaciones de la sede futura, hay mucho interés por postular de las ciudades, por lo que uno podría pensar que trae una serie de beneficios que más que superarían los costos, ¿cierto?

Lo positivo de ser la ciudad anfitriona se relacionaría principalmente a los ingresos por turismo y el mayor gasto relacionado a las actividades del evento. Esta mayor demanda es usualmente destacada como la razón primordial para querer ser sede de un mega evento deportivo. Adicionalmente, se menciona la creación de empleo en actividades relacionadas como un factor importante a considerar. Revisando la literatura, encontramos que los ingresos por mayor actividad usualmente son sobreestimados y alcanzan a cubrir aproximadamente entre un 15% a un 25% de los costos directos. Estos ingresos incluyen los derechos televisivos, la publicidad, los tickets a los eventos, etc. En términos de gasto, algunos estudios concluyen nulos impactos en el consumo de los hogares e incluso caídas de estos. Similar situación para el empleo: controlando por niveles de actividad, en general no se encuentra una variación significativa. De hecho, respecto a las proyecciones iniciales, que incluyen aumentos permanentes de empleo sumado a los transitorios el año de realización de los JJOO, se encuentran alzas de sólo un 10% relativo a lo proyectado en empleos transitorios provocados en los meses que dura el evento (¡ni siquiera el año completo!).

Algunas de las razones de lo anterior tienen que ver con fenómenos no analizados por los que estiman las ganancias: (i) el efecto sustitución, que implica que lo que se vaya a gastar, por ejemplo, en tickets a los eventos, se deja de gastar en salidas al cine, en alimentos o en ahorro; (ii) el efecto expulsión, relacionado a que la mayor cantidad de turistas motivados por el evento “expulsan” a turistas que vendrían por otras razones al país. Esto fue particularmente significativo para ciudades ya bastante turísticas, como Londres, Río y Beijing, que anotaron caídas del turismo tradicional de más de 30%; y (iii) un efecto multiplicador menor en el consumo, causado por utilidades que no necesariamente se quedan en la ciudad o en sus residentes, sino que muchas veces salen del país para consolidarse en las casas matrices de las compañías. 

Por lo tanto, pareciera ser que, en el EERR de corto plazo, los JJOO no parecieran ser una buena inversión para las ciudades anfitrionas. Sin embargo, este análisis no considera los posibles efectos de largo plazo, que al ser más permanentes supuestamente generarían ganancias sustantivas una vez se terminen de pagar las cuentas. ¿Qué tan cierto es esto? En nuestra próxima entrega, intentaremos cuantificar estos efectos para tratar de responder el por qué es tan atractivo ser una sede olímpica.

 

Nathan Pincheira

Economista Jefe de Fynsa