Noviembre 17, 2023 - 2 min

La fiebre del oro (parte 1)

¿Deberíamos entregar más recursos a los deportistas de élite para aumentar la posibilidad de obtener medallas en los juegos Olímpicos o Panamericanos?

Comparte

Acaban de terminar los Juegos Panamericanos Santiago 2023, estamos a la espera del comienzo de los ParaPanamericanos, y aún se siente la euforia deportiva que se tomó el país durante esas semanas. Después de ciertas dudas iniciales sobre la infraestructura y nuestra capacidad de gestión, a través de los días el entusiasmo fue aumentando, complementado con la increíble respuesta del público y el buen rendimiento deportivo del “Team Chile”. De hecho, según estimaciones preliminares, la asistencia a los distintos centros deportivos habría superado los 1,3 millones de personas, los que pudieron disfrutar de la obtención de 79 medallas del equipo nacional: 12 oros, 31 platas y 36 bronces.

Después de estos resultados y el entusiasmo generado, como suele suceder en estas instancias, vinieron los llamados para aumentar el apoyo a los deportistas, principalmente de financiamiento, como también los que esperan que las instalaciones se mantengan y queden a disposición de quienes quieran hacer uso de ellas. Debo ser sincero, me es muy difícil estar en contra de estas peticiones, considerando lo que me gusta el deporte, practicarlo y lo feliz que me hicieron las dos semanas de JJPP. Sin embargo, desde el punto de vista de política pública, las decisiones necesitan una mirada un poco más amplia que la del fanatismo de quien escribe estas líneas. 

Lo primero que debemos considerar es que los recursos públicos son escasos y tienen muchos usos alternativos. Dicho de otra manera, siempre que decidimos gastar plata en algo, dejamos de ocuparla en otra cosa. Por lo tanto, si queremos que el deporte de alto rendimiento reciba más financiamiento, aquello requiere sí o sí salir de otra parte y/o dejar de gastarse en otra medida.

Lo segundo, es saber de cuánto estamos hablando. Tomando en consideración los datos disponibles de una selección de países, el costo de obtener una medalla olímpica rondaría entre US$3 a US$6 millones en cada ciclo olímpico. Sin embargo, esto no considera la inversión que se realiza en deportes que no obtuvieron medallas (usualmente sobre un 60% de los montos invertidos, en países grandes) y el costo alternativo de instalaciones y gestión y administración del aparato público. Sumando lo anterior, el costo por medalla podría llegar hasta los US$40 millones. 

De todas maneras, el costo por medalla también es dependiente de la especialidad y de las expectativas, siendo las medallas en deportes individuales las más “baratas” y las de deportes colectivos las más “caras”. Guardando los órdenes de magnitud, el Reino Unido invirtió más de US$370 millones en el ciclo olímpico de Río, mientras Australia desembolsó US$332 millones en el mismo periodo. Esos presupuestos no consideran la infraestructura ya existente (piscinas, pistas atléticas, estadios, etc), sus mantenciones, ni los gastos en viajes a otras competiciones.

Por lo tanto, el costo alternativo de una medalla olímpica no es menor. Posiblemente el desembolso para una panamericana sea más bajo, pero por algo las instituciones dedicadas a esto se llaman “Olímpicos”. Es más, tomemos en cuenta que esta inversión está dirigida a un número reducido de deportistas, a diferencia de programas deportivos más masivos hacia la población (por ejemplo, para combatir la obesidad y sedentarismo) cuyos resultados son menos visibles. 

Con esto sobre la mesa, ¿seguimos pensando que deberíamos entregar más recursos a los deportistas de élite para aumentar la posibilidad de obtener una medalla? Mi respuesta la tengo clara, pero sería interesante saber a qué estaría dispuesto a renunciar el lector para disponer de los montos. Nos vemos en la segunda parte.

Nathan Pincheira

Economista Jefe de Fynsa