Enero 12, 2024 - 2 min

La fiebre del oro (parte 5)

Los JJOO de París son una interesante oportunidad para evaluar si las distintas medidas para hacer estos eventos más sostenibles surten efecto.

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En nuestras entregas anteriores, analizamos los pros y contras de organizar grandes citas deportivas y pudimos concluir que, tanto en el corto como en el mediano y largo plazo, no es económicamente conveniente ser la ciudad o país anfitrión. Sin embargo, seguimos viendo cómo las solicitudes para albergar megaeventos deportivos se acumulan cuando se abren las postulaciones. ¿Por qué ocurre esto?

En primer lugar, que el organizador “como un todo” pierda, no significa que “todos” pierdan. En el cálculo neto, se olvida que hay ganadores y perdedores. En general, las candidaturas son impulsadas por gremios o grupos que estiman serán beneficiados por la organización, a expensas de otras voces o sectores menos organizados o con menor peso económico o político. 

En segundo lugar, el objetivo de hacerse de la realización de unos Juegos puede que no tenga nada que ver con un beneficio económico, sino con una muestra de poder. Los JJOO de invierno en Sochi costaron US$51 billions, mientras que los de Beijing US$45 billions. Este gasto, a todas luces desproporcionado, difícilmente pueda ser contrariado por la oposición política o por los contribuyentes, con riesgo de terminar probablemente en una prisión en Siberia. Países con democracias más estables han tendido a bajar sus candidaturas cuando los gastos presentados exceden lo que los votantes encuentran razonable.

Finalmente, más allá de lo que dicen los números en promedio, todos quieren ser la excepción. Los ejemplos de Los Angeles 84 y Barcelona 92 dan esperanza a los postulantes a que ellos sí lo podrán hacer diferente, aunque en el intento por ganar la sede terminen subiendo las apuestas y finalmente transformen un proyecto inicialmente razonable en uno inviable. Esta escalada de costos ha llamado la atención del Comité Olímpico Internacional (COI), el que ha trabajado una serie de propuestas para evitar que finalmente sean solo un puñado de ciudades grandes de países ricos o con regímenes autoritarios los que terminen acaparando todas las organizaciones. Las propuestas van desde que una ciudad sea la que organice siempre los juegos (como era originalmente, en Atenas), a que las sedes ganen dos citas consecutivas, para evitar una inversión que solo se aprovechará tres semanas. Incluso, que haya un grupo de organizadores que vaya rotando, en base a una serie de criterios no sólo económicos, sino también de sostenibilidad, de desarrollo deportivo, de inclusión, etc.

Bueno, así termina esta serie de cinco columnas dedicadas a entender la economía detrás de los grandes eventos deportivos, en especial de los Juegos Olímpicos. Aunque los antecedentes no acompañen, creo que los Juegos de París son una interesante oportunidad para evaluar si las distintas medidas para hacer estos eventos más sostenibles surgen efecto. Estas no sólo involucran menos gastos directos del Estado, sino también una participación más relevante del mundo privado, incluso siendo parte de la toma de decisiones y de los comités organizadores (y no sólo como auspiciadores). Personalmente, luego de nuestros Panamericanos, espero con ansias aquellas tres semanas de fines de julio y comienzos de agosto, para disfrutar el deporte simplemente por el placer de hacerlo.

 

Nathan Pincheira

Economista Jefe de Fynsa