Café Doble
Noviembre 25, 2022 - 2 min

Sobre el déficit de cuenta corriente

La preocupación de los expertos recae en cuan permanente puede llegar a ser este déficit.

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Nuevamente, luego de la publicación de los datos del tercer trimestre, el déficit de Cuenta Corriente ha generado preocupación entre los expertos. En esta oportunidad, y en contra de lo que se esperaba, llegó a 9,9% del PIB, el nivel más elevado de los últimos años. Sin embargo, además de la preocupación por la cuantía del déficit, notamos un alto grado de dudas sobre qué significaba este déficit. La idea de estas líneas es explicar un poquito de qué se trata.

Lo primero es entender de qué hablamos cuando nos referimos a la Cuenta Corriente de un país. No, no nos referimos a la cuenta que tiene el ministro de hacienda de la cual gira los cheques con los que paga el gasto fiscal. No se trata de eso. Si bien existen varias maneras de definirlo, en macroeconomía nos referimos a la cuenta corriente como aquella partida que muestra la diferencia entre el ahorro nacional y la inversión total. Como la inversión necesita de ahorro para poder realizarse, la diferencia que se pueda generar básicamente se cubre con ahorro externo. Es más, reformulando la ecuación, podemos llegar a que el déficit de cuenta corriente es básicamente la diferencia entre la producción nacional y la demanda interna.

Que nuestra economía esté, entonces, generando un déficit importante, quiere decir que el país no es capaz de producir lo que los consumidores y las empresas consumimos e invertimos, por lo que tenemos que pedirle al mundo que nos ayude con la diferencia.

Con esto en mente, veamos por qué este déficit ha aumentado tanto. Es relevante mencionar que, lo que más ha incidido ha sido la caída del ahorro nacional. Las medidas que tuvo que tomar el gobierno para enfrentar los efectos nocivos que la pandemia tuvo en los ingresos de las familias, sumado a los retiros de los fondos previsionales aumentó de manera importante el consumo, tanto de las familias como del gobierno. En resumidas cuentas, nos dedicamos a consumir ahora lo que teníamos proyectado consumir en el futuro. Adicionalmente, el valor de los productos que exportamos no ha aumentado en la misma magnitud que aquellos que importamos (lo que se conoce como términos de intercambio), sumado a otros efectos derivados de la recuperación post pandemia (como los costos de transporte).

Ahora bien, la preocupación de los expertos recae en cuan permanente puede llegar a ser este déficit. En términos simples, si permanentemente gastamos más de lo que generamos, en algún momento tendremos que pagar la cuenta y no será agradable. Al respecto, hay ciertos elementos que nos permiten proyectar que este déficit debería ir normalizándose, ya que la mayoría de los factores que lo provocaron fueron transitorios y están de retirada. En primer lugar, la economía está en pleno proceso de desaceleración, lo que se refleja en la contracción del consumo y la inversión. En segundo lugar, el tipo de cambio ha hecho el ajuste y, mediante la depreciación, ha vuelto relativamente más caros los bienes importados y ha incentivado a los locales a producir más para vender en mercados externos. Finalmente, elementos como los elevados costos de transporte se han moderado de manera importante, tanto así que ciertas rutas ya han vuelto a niveles prepandemia.

Con todo, el déficit debiera moderarse durante los próximos trimestres, ya que la economía y su institucionalidad ha hecho los ajustes para aquello. Esto debiese provocar una disminución a niveles más sostenibles, los que se proyectan en torno a 4% del PIB a finales del próximo año.

 

Nathan Pincheira

Economista Jefe de Fynsa