Taylor Swift encarna uno de los mayores fenómenos musicales de los últimos años, con nueve canciones que han ocupado el primer lugar en el ranking Billboard y 42 canciones que han ocupado el top 10 del ranking. Pero la popular cantante de 33 años también forma parte de un fenómeno económico. A propósito de su exitoso Eras Tour, la Reserva Federal de Filadelfia llamó la atención a mediados de este año sobre su efecto en la economía de esa ciudad: en mayo, coincidiendo con el tour de la artista, se registraron los ingresos más altos del sector hotelero desde la pandemia. 

A fines de septiembre, su asistencia a dos partidos de la liga de fútbol americano (NFL, el deporte más popular en Estados Unidos y la liga que más asistencia de público registra por partido entre todos los deportes oficiales del mundo) para ver a Travis Kelce, estrella de los Kansas City Chiefs y presunta pareja de la cantante, ha generado un sismo en este deporte. Las ventas de camisetas de Kelce se dispararon un 400% y el precio de las entradas para el segundo partido aumentaron un 173% en las 24 horas siguientes a su aparición en el primer encuentro. Tanto es el impulso que la NFL cambió la descripción de su cuenta de X/Twitter a “NFL (Taylor’s version)”.

El fenómeno de Taylor Swift resalta el peso que la llamada economía naranja puede llegar a tener. De acuerdo con Bloomberg Economics, los conciertos de Swift, Beyoncé y el estreno de las películas Barbie y Oppenheimer habrían inyectado US$8.500 millones a la economía de Estados Unidos en el segundo trimestre del año, con un crecimiento real anualizado entre julio y septiembre de 0,7% del consumo personal en Estados Unidos y de 0,5% del PIB.