Agosto 2, 2024 - 3 min

Elecciones presidenciales en EE.UU.: “La muerte y Hacienda” – PARTE II

Desde el punto de vista fiscal, el panorama no es muy alentador para la economía norteamericana con ninguna de las alternativas presidenciales

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En la primera entrega de esta nota, señalamos que uno de los principales problemas que enfrenta hoy la economía norteamericana es el elevado nivel de deuda; y ya que continuaría al alza en los próximos años, cobra relevancia la postura fiscal de los candidatos a la presidencia que se disputa este 2024.

De los años recientes, tenemos que la administración de Trump impuso casi US$80 mm en nuevos impuestos, al introducir aranceles sobre miles de productos entre 2018 y 2019, lo que ha significado uno de los mayores aumentos de impuestos en décadas. Recordemos que hay estudios que muestran que los aranceles actúan, en definitiva, como impuestos que afectan los precios al alza y disminuyen las cantidades de bienes y servicios disponibles, todo lo que —a la larga— se refleja en menores ingresos, disminución del empleo y menos producto.

Por su parte, la administración de Biden ha mantenido la mayoría de los aranceles que dejó Trump y, además, en mayo de 2024 introdujo nuevas alzas arancelarias a una importante cantidad de productos chinos, incluidos semiconductores y vehículos eléctricos.

Algunas estimaciones de mercado muestran que los aranceles introducidos en el periodo Trump-Biden tendrían un impacto negativo a largo plazo sobre la economía e implican una reducción de 0,2% en el PIB, de 0,1% en el stock de capital y la pérdida de cerca de 142 mil puestos de trabajo. Algunos estudios recientes han encontrado que, efectivamente, los aranceles de la era Trump-Biden han elevado los precios y reducido la producción y el empleo, generando un impacto negativo neto en la economía estadounidense.

Trump ha propuesto sustituir los ingresos en impuesto a la renta con un aumento de aranceles, lo que incluiría un arancel general del 10% para todos los socios comerciales y aranceles del 60% o más para los productos procedentes de China. También propone nuevos recortes a los impuestos corporativos, los que ya en su reforma bajó de 35% a 21%. Finalmente, espera extender más allá del 2026 su Ley de Empleos y Reducción de Impuestos (TCJA, por sus siglas en inglés). Esto último podría tener un costo fiscal que se estima entre US$2,8 mm y US$5 mm en diez años. Se calcula que el efecto de incorporar las medidas impositivas y tarifarias propuestas por Trump, podría causar una reducción de 0,8% en el PIB, de 0,7% en el stock de capital y la pérdida de casi 700 mil puestos de trabajo; todo esto, sin considerar que podría haber un impacto negativo adicional por las posibles represalias ante el aumento de los aranceles.

Si Kamala Harris es confirmada como la candidata oficial del Partido Demócrata, puede continuar con las mismas políticas establecidas en el presupuesto presentado para el año fiscal 2025 o bien puede proponer cambios adicionales. Si consideramos los cambios impositivos del presupuesto 2025 de Biden, tenemos tres propuestas principales: i) impuestos adicionales a los mayores ingresos, ii) aumento en el impuesto corporativo y iii) más créditos fiscales para una variedad de contribuyentes y actividades. Las estimaciones iniciales indican que estas medidas tendrían un efecto negativo a largo plazo sobre el PIB y el stock de capital de 1,6% y 2,7%, respectivamente, así como una pérdida de más de 660 mil puestos de trabajo.

Tal como se ven las cosas, al menos desde el punto de vista fiscal, el panorama no es muy alentador para la economía norteamericana en ninguna de las alternativas mencionadas, menos aún, al revisar la más reciente actualización de las proyecciones fiscales de la Oficina de Presupuesto del Congreso. La entidad proyecta que —en los próximos diez años— los gastos seguirán aumentando en mayor proporción que los ingresos y que el déficit fiscal se mantendrá en torno a un 7,0% del PIB, cifra considerablemente más alta que el promedio histórico de 3,7%. Con esto, obviamente las necesidades de financiamiento también irán al alza, elevando la deuda/PIB desde el 99% actual a niveles por sobre 120% al año 2034. Un posible consuelo sería que el crecimiento proyectado para la próxima década se estabilizaría en torno a una tasa de 1,8%; aunque claro, esto sería de mantenerse las condiciones actuales, las que podrían cambiar diametralmente conforme el presidente electo logré materializar sus propuestas fiscales.

Por todo lo anterior y, ya que, gústele al que no le guste, Estados Unidos sigue siendo la primera economía del mundo, repitan conmigo: “God bless America”.

Milene Rodríguez
Analista Estrategia e Inversiones