Durante años, la economía argentina estuvo sujeta a restricciones cambiarias que limitaron el acceso al dólar. El cepo, en sus distintas versiones, distorsionó los precios relativos, generó brechas cambiarias persistentes y afectó tanto la inversión como el comercio exterior. Hoy, con la decisión del presidente Javier Milei de liberar el mercado de cambios para personas naturales, el país marca un punto de inflexión en su política económica.
Más que un gesto simbólico, esta medida representa un avance concreto hacia la normalización. Llega en un contexto de consolidación macroeconómica: la inflación comienza a desacelerarse, el tipo de cambio muestra estabilidad y la relación deuda/PIB se ha estabilizado en cuestión de meses, impulsada por el ajuste fiscal y la recomposición de reservas.
El nuevo acuerdo con el FMI, por US$ 20.000 millones, no solo fortalece el respaldo externo, sino que acompaña la implementación de un régimen de flotación sucia del tipo de cambio. Bajo este esquema, el dólar se mueve dentro de una banda entre $1.000 y $1.400, con intervenciones puntuales del Banco Central en caso de desequilibrios fuera de las bandas. Esta mayor flexibilidad permite que el tipo de cambio se ajuste según las condiciones de mercado, sin abandonar del todo la estabilidad.
La diferencia respecto al modelo anterior es evidente. Bajo el cepo, el tipo de cambio oficial se mantenía artificialmente bajo -por ejemplo, a fines de 2023 rondaba los $365- mientras que el tipo de cambio paralelo (“blue”) superaba los $1.200, reflejando una brecha superior al 230%. Tras la liberación parcial, el mercado convergió hacia un tipo de cambio más realista, que actualmente opera en torno a $1.137, dentro del nuevo rango oficial.
Esta unificación cambiaria mejora la transparencia del sistema económico y genera efectos directos sobre el comercio exterior. En materia de importaciones, se elimina la discrecionalidad en la asignación de divisas y se reducen los costos financieros derivados del acceso diferencial al dólar. Las empresas pueden ahora importar insumos con mayor previsibilidad y en condiciones de mercado. Además, la disminución de trabas a las importaciones podría derivar en una mayor disponibilidad de productos para el consumidor final, aunque en el corto plazo no se descarta un aumento de precios asociado al ajuste inicial.
Aunque el impacto financiero inicial ha sido moderado, es importante destacar que las Sociedades Gerentes en Argentina no verán un efecto inmediato en sus flujos en dólares como ocurrió durante la gestión de Mauricio Macri. Parte de los inversores, de hecho, ha mostrado un renovado apetito por instrumentos en pesos argentinos ante la mayor estabilidad de la moneda. No obstante, hacia mediados o fines de año se espera una mayor entrada de flujos hacia productos financieros internacionales, lo que podría dinamizar la demanda local por activos extranjeros.
Aún queda por delante el desafío más complejo: liberar completamente el acceso al mercado cambiario para actores institucionales. Esta será una prueba clave para avanzar hacia un régimen plenamente libre, aunque deberá implementarse con cautela para preservar los equilibrios macroeconómicos alcanzados y evitar retrocesos innecesarios.
Argentina está dando señales claras de cambio. La eliminación del cepo para personas naturales representa una transformación profunda, no solo desde lo económico, sino también en términos de previsibilidad institucional. Si este proceso se consolida y se extiende al resto del mercado, el país podrá dejar atrás años de restricciones y avanzar hacia un entorno en el que la libertad económica sea la norma y no la excepción.
Cristián Zañartu
Operador Renta Fija Latam – Mesa de Dinero