Café doble
Abril 21, 2023 - 2 min

Una herramienta, un objetivo

El mandato constitucional del Banco Central es la inflación; por lo tanto, sus medidas debiesen ir dirigidas a conseguir ese objetivo y no otro.

Comparte

Seguramente, usted ha notado cómo cuando hablamos de política monetaria, intentamos medir su efectividad midiendo la brecha existente entre la inflación actual (o proyectada, que es lo correcto) y su meta. Nos parece lo más normal del mundo y rápidamente lo aceptamos y a otra cosa. 

Sin embargo, esto no fue siempre así, ni es en todos los países de esta manera. Los esquemas de metas de inflación que aplican los Bancos Centrales son relativamente recientes, pero han sido extremadamente eficientes a la hora de mantener la inflación controlada y, a la vez, poderosas herramientas para favorecer la credibilidad y reputación de las instituciones monetarias. Chile fue un precursor en el uso de las metas y también ha ido a la vanguardia mundial en su perfeccionamiento.

La Reserva Federal, por otro lado, fue uno de los últimos Bancos Centrales importantes en sumarse a estos objetivos, de la mano de Ben Bernanke, quien, desde la academia, antes de convertirse en presidente de la FED, desarrolló mucha de la teoría detrás.

El tener un objetivo inflacionario, a un plazo determinado, ancla las expectativas sobre la política monetaria. Permite a los agentes saber “qué esperar”, disminuye la volatilidad de otros precios en la economía (especialmente aquellos de activos financieros) y, en el caso de que la meta sea creíble, facilita la toma de decisiones de las personas a plazos más largos, disminuyendo su incertidumbre. 

De todas maneras, esto requiere que la herramienta con la que dispone el Banco Central (en general, la tasa de interés, pero en otros casos pueden ser los agregados monetarios) se enfoque en un objetivo y no en varios. Más corto: una herramienta, un objetivo.

Toda esta introducción es para que el lector entonces pueda seguir mi tren de pensamiento y análisis cuando me tocó leer la más reciente minuta de la última Reunión de Política Monetaria, aquella que se desarrolló previa a la publicación del IPoM. 

No es nuevo, entonces, que se espera que la TPM se mantenga en su actual nivel -11,75%- durante un periodo prolongado de tiempo, hasta que haya evidencia convincente respecto a que los desequilibrios macroeconómicos van camino a disiparse. Pero aquello podría ser muy general o abstracto, a los ojos de alguien. Me preguntan, constantemente, si acaso al Banco Central no le importa estar afectando gravemente la actividad de algunos sectores con una tasa históricamente contractiva y si, de hacerlo, eventualmente pueda reducirla para aminorar aquellos efectos nocivos en la actividad. 

Mi respuesta es que el mandato constitucional del Banco Central es la inflación. Por lo tanto, con mayor o menor activismo, sus medidas debiesen ir dirigidas a conseguir ese objetivo y no otro. Por supuesto que tiene un ojo y una división completa analizando lo que pasa con la actividad, pero porque su dinámica afecta directa o indirectamente la evolución de los precios.

Me queda mucho más claro aquello al analizar las minutas y ver que, sin lugar a dudas, todos los esfuerzos de los consejeros están orientados en el control inflacionario. De hecho, está explícito, ya que, al considerar los efectos nocivos en actividad de una política monetaria más contractiva, concluyen que no hay más alternativa que asumir esos costos para cumplir con su mandato y, de hecho, evitar costos futuros muchísimo más altos. Por lo tanto, aunque en los próximos meses las cifras no sean de las mejores, no se pierda: la tasa seguirá alta hasta por lo menos septiembre.

 

Nathan Pincheira

Economista Jefe de Fynsa