Octubre 30, 2024 - 3 min

¿Cuánto de la institucionalidad equivale al crecimiento?

Hay factores que contribuyen al éxito o al fracaso de las naciones y que, dicho éxito o fracaso, está determinado —principalmente— por la calidad de sus instituciones, no sólo políticas, sino que también económicas.

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Los estadounidenses Daron Acemoglu, James Robinson y Simon Johnson fueron galardonados con el Nobel de Ciencias Económicas 2024, premio que otorga la Real Academia Sueca de las Ciencias. Sus análisis sobre la importancia de las instituciones para la prosperidad de un país les valieron el prestigioso laurel. Estos aportes han sido esclarecedores acerca del impacto que la institucionalidad —o la falta de ella— tiene sobre la capacidad de crecimiento de un país. 

Con su libro “Porque fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”, que llegó a ser best seller en 2012, Acemoglu y Robinson se hicieron famosos.  

En él postularon una serie de factores que contribuyen al éxito o al fracaso de las naciones y que, dicho éxito o fracaso, está determinado —principalmente— por la calidad de sus instituciones, no sólo políticas sino que también económicas, y que, a su vez, las instituciones inclusivas, entendidas como aquellas que fomentan la participación y el bienestar de una amplia mayoría, conducen a la prosperidad, mientras que las extractivas conducen a la pobreza y al fracaso, ya que concentran el poder y los recursos en unas pocas manos. 

En Chile, la construcción de la institucionalidad es un proceso que sigue en curso. Visto desde fuera y en un contexto regional, Chile es visto como el país con la institucionalidad más sólida en todo Latinoamérica. Esto es verificable, por ejemplo, en rankings como el de competitividad mundial, en el que nuestro país ocupa la posición más alta en comparación con los demás de la región. Sin embargo, el puesto 44 que ocupó este año resulta en realidad muy bajo, considerando que se incluyen tan sólo 67 naciones. Además, desde 2020 el país ha venido perdiendo posiciones en dicho ranking. 

Entonces, ¿son realmente fuertes las instituciones en Chile? O, al menos, ¿son lo suficientemente fuertes para garantizar una trayectoria positiva y sostenible de crecimiento a mediano y largo plazo para seguir aspirando a ser parte —algún día— del team de los desarrollados?

Lo cierto es que, a la luz de los postulados de los premios Nobel de Economía 2024, Chile estaría todavía en falta de contar con una institucionalidad más inclusiva.

Es cierto que el debate ha venido abriéndose, más aún después de los hechos del 18 de octubre de 2019, que evidenciaron la necesidad de aumentar la inclusión. Pero la inclusión no entendida solamente como la aceptación de la diversidad de raza, género, credo o postura política, sino más bien como la necesidad de generar oportunidades e incentivos para todos, en donde se abarque todo el espectro social.

En palabras del propio James Robinson, “en Chile aún hay elementos de oligarquía y eso tiene que cambiar porque no es consistente con un diseño de país desarrollado; todos deberían tener las mismas oportunidades en, por ejemplo, educación y así hacer posible identificar todo tipo de talentos en la sociedad”. 

El Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó la actualización de proyecciones económicas mundiales. El documento señala que —a nivel global— persisten diversos factores estructurales que están lastrando las economías o frenando el crecimiento. Entre ellos están el envejecimiento de la población y la baja productividad. Preocupa entonces el bajo crecimiento que se proyecta en el mundo para la próxima década. 

Entonces, en ese entorno de bajo crecimiento global y con una institucionalidad aún en proceso de formación, ¿cómo está parado nuestro país? De acuerdo con el FMI, Chile no crecería más de 2,3% en lo que queda de la década; crecimiento que, si bien esta dentro del tendencial, muestra un estancamiento. La falta de avance en las reformas requeridas podría retroalimentar el bajo crecimiento y aumentar el descontento social, favoreciendo políticas populistas. Se requiere —entonces— mejorar la gobernanza, lo que por supuesto se logra a través de las instituciones. 

El logro de Robinson y sus amigos no ha venido más que a recordarnos que las instituciones son claves para el desarrollo y el bienestar, y que su valor no se mide en encuestas de popularidad, sino que —en realidad— en puntos del PIB. 

 

Milene Rodríguez  

Analista Estrategia e Inversiones