Después de un par de años en que había vuelto a ser un tema prioritario, suponíamos que 2024 marcaría por fin la vuelta a nuestra “normalidad” inflacionaria. La política monetaria contractiva, las menores presiones externas, la debilidad de la demanda y el anclaje inflacionario de las expectativas permitían proyectar la convergencia al 3% sin mucha dificultad.
Sin embargo, algo cambió.
El anunciado incremento de tarifas eléctricas, en un porcentaje muy significativo, encendió las alarmas y puso dudas sobre la continuidad del proceso de normalización inflacionaria esperado para el año recién pasado. Un shock de oferta tan relevante tendría impacto por si mismo, pero además amenazaba las estructuras de costos de las empresas, los reajustes de otros precios y tarifas, y eventuales efectos de segunda vuelta.
Sin embargo, si bien 2024 cerró con una inflación mayor a lo que se proyectaba a comienzos de éste, los potenciales riesgos emanados del alza tarifaria no se han materializado. En particular, el IPC de diciembre disminuyó 0,2%, respecto al mes anterior, caída algo superior a la que esperábamos nosotros y el mercado (de 0,1%). De esta manera, la inflación fue de 4,5% durante 2024, levemente inferior a nuestra proyección, aunque algo más baja a la actualización reciente del Central realizada en el IPoM, de 4,8%.
Analizando los indicadores subyacentes, notamos que el IPC sin volátiles mostró una variación nula, cerrando 2024 en 4,3%. Si bien esto se encuentra bajo el alza del índice general, la diferencia no es tan importante como se podría haber pronosticado previamente, considerando que el IPC agregado incluye el alza de tarifas eléctricas, mas el subyacente no. De todas maneras, otros indicadores de presiones inflacionarias no muestran aún evidencia de aquellas, como —por ejemplo— el índice de difusión, que alcanzó un 40%, muy levemente sobre el 38% de 2023, pero bastante por debajo del promedio de los diciembres (45%) y convirtiéndose en el segundo más bajo del año.
Que los riesgos no se hayan materializado no significa que no puedan hacerlo, pero más adelante. La depreciación adicional del peso y el alza de los costos laborales, recientemente señalada por el Banco Central en el último IPoM, agregan más componentes a las presiones potenciales que podrían emanar en 2025, los cuales inclinan la balanza sólo hacia un lado. De todas maneras, vamos a ver si todos ellos pueden superar la debilidad de la demanda y lo que supone eso para los precios. Así, mantenemos nuestra estimación de inflación para 2025 en 3,6%.