Las cifras de crecimiento de septiembre dejaron un sabor muy amargo. El nulo crecimiento que se conoció en esa oportunidad —que fue corregido a 0,3% a/a luego en las Cuentas Nacionales del 3T— fue la alerta que necesitaban algunos para darse cuenta de que crecer muy por sobre el 2,0% durante 2024 era una tarea casi imposible. Podríamos decir que lo habíamos dicho hace tiempo y que nos habíamos ganado el apodo de “malos agoreros de siempre”, pero para qué.
Así, el avance de 2,3% a/a en el Imacec durante octubre dio un respiro a los aún optimistas. Aunque apoyado por dos días hábiles adicionales (que explican un poco menos de un punto del crecimiento del mes), lo más relevante fue el alza desestacionalizada de 0,4% respecto a septiembre. Esto último evidencia —efectivamente— una mejora de la economía, más allá de efectos estadísticos o de base de comparación. Sin embargo, y tal como no hay que evaluar negativamente a la actividad por lo que conocimos el mes pasado, tampoco debemos hacer lo opuesto por lo publicado para octubre.
Mirando series más largas, y evitando la volatilidad que mensualmente puede ensuciar el análisis, tenemos que, durante el último año móvil, la economía ha crecido bajo el 2,0% y no ha superado esa variación desde diciembre de 2022. Es más, si excluimos la minería, la actividad no es capaz de superar el 1,5% a/a, a pesar de la mejora en el margen antes mencionado.
Es cierto que seguimos creciendo y no estamos frente a una recesión o desaceleración abrupta, pero no sé si lo anterior sirve mucho de consuelo o si incluso pudiese agravar la evaluación. Digo esto porque una cosa es estar pasando por un ciclo económico negativo, ya sea por variables internas, externas o una mezcla de ambas, y otra muy distinta es tener estructuralmente un crecimiento mediocre que nos mantiene estancados sin poder mejorar nuestro bienestar.
Hagamos un ejercicio simple para que el lector entienda la importancia de lo que estamos diciendo.
Durante la década de los 90s —tan vapuleada últimamente—, el PIB per cápita (en paridad de poder de compra) se duplicó en 8 años y llegó a ser tres veces superior a la de 1990 en 20 años. Con el crecimiento per cápita que actualmente exhibimos, el PIB per cápita tardará aproximadamente 80 años en doblar los casi US$33 mil que el FMI estimó para Chile en 2023. No sé si ese hecho incomodará algo a quien lee estas líneas, pero por lo menos a mí me parece una tragedia.
Nuestra impresión es que los hacedores de política pierden demasiado tiempo discutiendo las cifras de corto plazo, poco importantes frente al real desafío que tiene el país: crecer más, mejor y de forma sostenida. Hay mucha gente inteligente y capaz proponiendo ideas para hacerlo, de todos los colores políticos, ideologías y tendencias. Sería bueno parar y escuchar un poquito.