Mantenemos nuestra expectativa de que posibles movimientos de la TPM deberán esperar hasta septiembre.
En el corto plazo, las buenas noticias deberían continuar: para mayo esperamos que el IPC aumente 0,2% respecto a abril, lo que llevaría la variación interanual hasta 8,8%.
La inflación subyacente se está inclinando en una dirección más cómoda, por lo que sería razonable concluir que la Fed podría adoptar un enfoque de esperar y ver en su próxima reunión, lo que efectivamente terminaría con el ciclo de ajuste.
El IPC de febrero fue negativo pero, cuando calculamos lo que ocurrió con los precios excluyendo aquellos volátiles que más bajaron, nos encontramos con que la inflación sigue aquí.
Seguimos recomendando sobre ponderar activos menos sensibles a las tasas, como efectivo, sectores value, acciones internacionales y activos reales.
La principal pregunta que se hace el mercado tras el IPC de enero es si esta sorpresa pone en riesgo la disminución de la inflación.
Siguiendo la costumbre, he querido resumir nuestras principales proyecciones para 2023, arriesgando a que, en doce meses, me pasen la cuenta.
Los datos se encargaron de demostrarnos que la inflación está lejos de dejar de ser un problema.
El riesgo de reducir la TPM y luego tener que revertirlo por una mala lectura de la información es muchísimo más alto que dejarla en 11,25% por más tiempo del adecuado.